Cómo dirigir tu empresa cuando el viento no sopla a favor

«Ignoranti quem portum petat nullus suus ventus est» – Seneca- Epistulae Morales Ad Lucilium, letter 71
(«Si un hombre no sabe a qué puerto navega, ningún viento puede serle favorable»)

El viento es una de las fuerzas naturales más imprevisibles y, con toda nuestra tecnología, es imposible predecir su dirección y fuerza. Eso no ha impedido que el viento se haya utilizado como principal fuente de propulsión durante miles de años para el movimiento en el mar.

Las velas -para los que, como yo, son incompetentes en la materia- son algo mágico y fascinante: aunque es fácil admitir que un barco puede ser empujado por el viento, es casi imposible entender cómo puede virar hacia la izquierda mientras el viento lo empuja hacia la derecha, o cómo consigue avanzar mientras es empujado en la dirección contraria. Es más, con las maniobras adecuadas, un velero puede llegar a doblar o triplicar la velocidad del viento.

Está claro que cualquiera puede llegar al destino deseado cuando el viento sopla en una dirección favorable, pero sólo un navegante profesional es capaz de aprovecharlo cuando el viento sopla en otras direcciones. Lo interesante es que el viento es una fuerza impersonal, sobre la que no podemos influir: podemos elegir entre quejarnos de que no sople en la dirección que queremos, o aprender a utilizar las velas de tal manera que -sea cual sea la dirección del viento- nos lleven al destino deseado.

Esta comparación me ha venido insistentemente a la mente últimamente, debido al creciente número de personas que se quejan de la «crisis», la «economía», el «gobierno», «Europa», la «globalización», etc.

Un coro de quejas, que al final sólo tienen una cosa en común: lo bien que funcionaban las cosas en 2006/2007 mientras que ahora no funciona nada. Está claro, por tanto, que un periodo de bonanza económica como el que vivió Rumanía hace unos años representa exactamente la idea del viento en popa: hicieras lo que hicieras, el dinero entraba, el crecimiento era continuo y, por tanto, bastaba con dejarse llevar por el flujo de una economía en expansión para conseguir resultados.

Ahora que este flujo ha tomado una dirección diferente, es fácil desanimarse y quejarse de la situación, pero olvidamos que la gente capaz sigue haciendo buenos negocios y obteniendo beneficios, a pesar de la llamada crisis.

Si no conseguimos resultados y culpamos al entorno, significa dos cosas:

-no tenemos objetivos claros y nos dejamos llevar;
-no sabemos movernos con independencia del viento.

¿Qué tiene que ver todo esto con el coaching empresarial? La esencia del coaching -ya sea a nivel personal o empresarial- es descubrir tu potencial, elegir tus objetivos y utilizar los recursos disponibles de forma eficiente. En conclusión, está claro que si no sabemos adónde queremos ir, sólo podemos tomar el camino fácil y dejar que el viento nos lleve; pero luego no debemos quejarnos cuando acabamos en un lugar que no nos gusta. Del mismo modo, admitiendo que sabemos adónde queremos ir, debemos conocer la técnica adecuada.

Enseñar esta técnica no es tarea de un coach: hay abogados, consultores, economistas y expertos de todo tipo. Pero es obvio que la técnica no sirve de nada si nuestros objetivos no están claros; además -y este es un aspecto que se descuida con frecuencia- de nada sirve conocer la técnica si no tenemos la voluntad de ponerla en práctica (cuántas veces nos decimos a nosotros mismos «Sí, ya sé que debería hacer X, pero…»).

Para elegir objetivos y mantener el enfoque y la motivación necesarios, trabajar con un coach puede ser realmente una revelación.

A nivel de empresa, el coach empresarial es quien ayuda a la alta dirección a descubrir el potencial y definir los objetivos, la misión y los valores de la empresa; al mismo tiempo, obliga a los directivos a mantenerse centrados en los objetivos elegidos.

A nivel de los mandos intermedios, el coach se asegura de que los valores y objetivos han sido efectivamente comprendidos y se comunican correctamente a los subordinados, para que toda la estructura avance en la misma dirección. Para continuar con la metáfora del barco, si los miembros del equipo reman en direcciones diferentes, habrá mucho trabajo, mucha fatiga, un despilfarro de recursos, y el barco se moverá lentamente y no necesariamente en la dirección deseada.

Esto nos lleva a los puntos fundamentales sobre los que trabaja un coach:

-Clarificar los objetivos de la empresa.
-Clarificar los valores.
-Dominar el aspecto técnico.
-Alinear los recursos humanos.

En la práctica, para que nuestra empresa no sea un barco al viento, necesitamos aclarar lo siguiente:

-Saber DÓNDE queremos ir.
-Saber POR QUÉ queremos llegar.
-Saber CÓMO llegar.
-Verifiquemos que cada miembro del equipo entiende y comparte estos principios.

Yo añadiría la pregunta mágica que todo empresario debería hacerse y que vale por todo un curso de marketing:

¿QUIÉN nos paga (O quién debería pagarnos…) y POR QUÉ?

Aunque aún no estés preparado para confiarte en las manos de un coach empresarial, que profundizará en este trabajo con más profesionalidad y eficacia, hazte estas sencillas preguntas y descubrirás, que pueden mejorar tus resultados de forma asombrosa.

¡Feliz navegación!

by Bruno