El estado de flujo (flow state)

¿Alguna vez te has encontrado tan metido en una actividad realmente exigente que requería toda tu atención, de tal manera que no te has dado cuenta del paso del tiempo?

¿O ha estado tan concentrado en una tarea interesante que no había lugar en su mente para el diálogo interno, la crítica y las dudas habituales?

¿Le ha ocurrido alguna vez reaccionar en consecuencia y de inmediato ante cualquier reto que le planteara la tarea? Y -a pesar del esfuerzo y las dificultades- sentir una sensación de dominio, relajación y confianza… Es decir, ¿que la tarea fuera intrínsecamente gratificante?

Si -como espero- esto te ha ocurrido, significa que has experimentado el llamado «estado de flujo», un estado mental que es al mismo tiempo causa y efecto de un rendimiento máximo, un estado en el que podemos acceder a recursos desde un nivel diferente, un estado en el que los miedos y las limitaciones habituales dejan de tener efecto, los bloqueos desaparecen y podemos expresarnos al máximo, sabiendo que podemos confiar en un núcleo interior de autenticidad que percibe la realidad -y la evalúa, y responde a ella- con una precisión y una velocidad infinitamente superiores a las del pensamiento racional habitual.

Este estado mental es bien conocido desde hace miles de años, y cada atleta, bailarín, artista, escritor, intérprete ha intentado dar una descripción personal de él: alguien habla de estar «en la zona» o «en la onda», otros de éxtasis o estado de gracia… y los maestros de artes marciales hablan de mushin, «no mente» o de mizu no kokoro, «mente como el agua».

Como formador, coach y consultor, siempre me interesó el rendimiento y los métodos para mejorarlo, y cada vez que profundizaba me encontraba con este «concepto de flujo», aunque se le denominara con nombres diferentes. Este concepto me pareció absolutamente fascinante, y me convencí de que este «estado de flujo» es la verdadera clave para lograr resultados excelentes en todo tipo de actividad.

En las últimas décadas, un profesor e investigador de la Universidad de Columbia de nombre impronunciable, Mihaly Csikszentmihalyi (no en vano, todos sus alumnos y colaboradores le llamaban ‘Dr. C’…), ha investigado mucho en este campo, ha estudiado a innumerables deportistas y ejecutantes de distintos ámbitos y ha publicado un gran número de libros sobre este estado mental.

Siento una gran admiración por el «Dr. C» y he leído muchas de sus obras y libros; sin embargo, me parece que no ha tenido el valor de cruzar el umbral más allá del cual sus ideas serían verdaderamente revolucionarias. Es decir, se limita a describir el estado de flujo como algo extraordinario, reservado sólo a los artistas de élite y que se produce por casualidad, como por arte de magia, sin darse cuenta de que en realidad es un estado absolutamente natural, incluso el estado más natural del hombre, un estado en el que se encuentra todo niño hasta que es robotizado por la educación clásica, lo que por cierto explica por qué los niños aprenden tan rápido y logran instintivamente rendimientos extraordinarios.

Partiendo de los estudios del Prof. Csikszentmihalyi, he desarrollado y ampliado su obra para derivar una serie de principios que pueden utilizarse como lista de comprobación, y sobre todo una serie de ejercicios de aplicación práctica inmediata, para beneficiarse de las ventajas que este estado mental ofrece a quienes necesitan un alto rendimiento en sus actividades.

He llamado a la sistematización que he hecho «Fluxogenics» y, dado que se basa en los últimos descubrimientos sobre el cerebro, algunas de las conclusiones a las que he llegado pueden parecer ciertamente sorprendentes.

No hay espacio suficiente aquí para hablar de neurofisiología, psicología evolutiva y modularidad de la mente; para simplificar, podemos decir que la mente -lejos de ser un sistema unitario- está formada por un enorme número de rutinas, subrutinas, subsistemas, redes, reacciones programadas, etc., cada uno de los cuales ha evolucionado para hacer frente a los retos del entorno, cada uno de los cuales funciona perfectamente con el fin de aumentar nuestras posibilidades de supervivencia en este entorno.

La conciencia racional -el «yo» que nos hace humanos y del que estamos tan orgullosos- no es más que el más reciente de estos «módulos mentales».

Y si la mente racional -con su fantástica capacidad para crear modelos explicativos y previsores de la realidad- es la que ha hecho posible el desarrollo social y tecnológico, por la misma razón esta mente – cuando se sobreutiliza- es la que crea ansiedad, estrés, dudas, miedos, críticas, y la que -en definitiva- paraliza un mecanismo perfecto como es el organismo humano.

Así que, lejos de ser algo extraordinario, lo que yo considero estado de flujo no es más que un estado en el que las distintas partes de la mente, en lugar de actuar de forma independiente y desorganizada, se mueven en la misma dirección hacia un objetivo común; un estado en el que la parte racional de la mente – en lugar de paralizar nuestra actuación con dudas, críticas, miedos, pensamientos negativos y demás- hace su verdadero trabajo, que es elegir objetivos y direcciones y luego dejar que las demás partes de la mente – ahora alineadas y centradas- hagan su trabajo sin bloqueos inútiles.

Si le gusta la metáfora, la mente racional debe actuar como un director de orquesta, que da indicaciones, el tempo, la interpretación, pero luego deja que los músicos toquen sin interferir en la parte mecánica del trabajo.

Por supuesto, no es una tarea sencilla, y lograr esta separación entre las decisiones racionales y la ejecución es justo el propósito del entrenamiento mental en las artes marciales; el mismo propósito de la parte más técnica de la fluxogenics.

De todos modos, aunque no podamos provocar directamente el estado de flujo, podemos verificar si se cumplen las condiciones principales que hacen posible el estado de flujo:

-relajación mental y física

-objetivos bien establecidos, con reglas claras para verificar los resultados

-concentración absoluta en los aspectos determinantes del rendimiento, dejando de lado lo que no es relevante para alcanzar el objetivo

-cuando sea posible, retroalimentación inmediata sobre el efecto de las acciones, de forma que puedan modificarse momento a momento para lograr el máximo resultado

– Equilibrio entre el nivel de habilidad y el desafío: la actividad es lo suficientemente dura como para exigir el uso de todos nuestros recursos, pero no tanto como para que se perciba como imposible y produzca frustración

-pleno dominio del aspecto técnico de la actuación, con el consiguiente alto nivel de confianza

Si podemos concentrar nuestra atención en estos aspectos, tal vez podamos darnos cuenta de que el estado de flujo no es algo misterioso reservado a una élite de ejecutantes máximos, sino algo que podemos utilizar con buenos resultados en la vida personal y profesional; mientras tanto, tal vez podamos descubrir que aprendiendo a dominar el estado de flujo no es tan difícil convertirse en un ejecutante máximo de élite…..